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lunes, 30 de mayo de 2016

Diez alimentos para la inteligencia y que fortalecen el cerebro

No cabe duda que la alimentación sana es base para una vida larga pero a la vez mantiene vitales a los principales órganos del ser humano.

De hecho el cerebro es uno de los más preciados, por ello la medicina recomienda principalmente consumir agua, pero además una serie de alimentos que potencian la inteligencia.

Aquí te ofrecemos una lista difundida por la revista Muy Interesante de España.

Brócoli. Estudios con ratones han demostrado que los nutrientes de esta verdura son capaces de proteger el cerebro tras una lesión y de mejorar la memoria.

Pescado. Este alimento contiene cantidades significativas de omega 3 y fósforo, que ayudan a fortalecer nuestra capacidad cognitiva y aumentan la calidad de la memoria. Por lo tanto, el consumo regular de pescado, especialmente el azul (sardinas, salmón, atún, trucha, etc.) es muy recomendado por los médicos y dietólogos.

Aceite de oliva. Las grasas saludables que contiene este alimento rico en antioxidantes potencian el correcto funcionamiento de todas las células de nuestro organismo al estabilizar la circulación sanguínea, algo muy importante para el cerebro.

Palta o Aguacate. Esta fruta parece contener todos los elementos más beneficiosos para nuestro organismo: el aguacate es conocido por su alto contenido de antioxidantes y omega 3 que, como ya hemos mencionado, ayudan prevenir el envejecimiento del cerebro, a fortalecer nuestra capacidad cognitiva y a aumentar la calidad de la memoria.

Tomate. El licopeno que contiene este alimento tanto crudo como cocinado ayuda a prevenir enfermedades como el derrame cerebral, el accidente cerebrovascular y el ictus.

Cacao. Los dietólogos señalan que, consumido con moderación, el ingrediente principal del chocolate permite evitar el envejecimiento prematuro del organismo gracias a su alto contenido en antioxidantes, unas moléculas que, además, mejoran nuestra capacidad cognitiva.

Espinacas. Gracias a su alto contenido de minerales como potasio, manganeso, zinc, magnesio, hierro y calcio, esta verdura ayuda a que las neuronas transmitan las señales de manera más rápida, lo que a su vez nos permite pensar con más claridad y reaccionar con más velocidad.

Calabaza. Alto contenido de antioxidantes o ácido fólico que posee este vegetal ayuda acelerar las reacciones de nuestro cerebro y a mejorar la memoria. Los médicos señalan, además, que la falta de ácido fólico aumenta el riesgo de sufrir trastornos mentales como la depresión.

Semillas de chía. Este alimento originario de América Central es la mayor fuente de los ácidos grasos omega 3 que un ser humano puede obtener de la naturaleza. De acuerdo con los nutricionistas, la chía acelera la actividad cerebral, estabiliza el estado emocional reduciendo las probabilidades de depresión y mejora el funcionamiento de las neuronas. Otro beneficio indudable de la semilla es que es capaz de prevenir el envejecimiento de los tejidos.

Arándanos. Estas bayas son una importante fuerte de antioxidantes, y como tales pueden ayudar a mejorar la memoria y las funciones cognitivas. Su componente principal, los flavonoides, protegen nuestros tejidos de los dañinos radicales libres y ayudan a evitar o retrasar enfermedades cerebrales como el Alzhéimer.

lunes, 9 de mayo de 2016

LA INTERNET DE LAS COSAS EN MARCHA

La industria del cómputo nos lleva de tecnología en tecnología. Por ejemplo, más de uno recordará los discos de 5.25 pulgadas, los cuales eventualmente fueron desplazados por los de 3.5 pulgadas para finalmente terminar siendo a su vez desplazados por las memorias USB. Los discos compactos también sufrieron una suerte similar: del CD pasamos al DVD y ahora acabo de ver discos Blu-Ray grabables. Lo primero, el caso del CD, empieza a verse menos y en algún momento será difícil conseguirlos, como por ejemplo, es difícil hacerse de diskettes de 3.5 pulgadas o peor aún, de 5.25 pulgadas.

Y si vamos a otras tecnologías, no necesariamente de cómputo, podemos ver cómo las televisiones planas, digitales, han reemplazado a las analógicas. Yo conozco personas que aún tienen una televisión Sony Trinitron, de las que probablemente tienen más de 30 años, y siguen funcionando bien, pero el apagón analógico les obliga a dos posibles caminos: o deshacerse de su antigua televisión o contratar un servicio de televisión de paga para que siga funcionando la televisión, a pesar de la medida para convertir todo a digital.

Y si hablamos de computadoras, el mercado de las que son de escritorio va francamente a la baja y las laptops y dispositivos móviles empiezan a ganarles el terreno. Pero de pronto los teléfonos inteligentes toman la delantera y entonces las tablets empiezan a decaer en el mercado. Y la industria sigue haciéndonos comprar nuevos dispositivos que quién sabe si van a perdurar.


Cada vez son más los productos, objetos y cosas que están conectados a la red gracias a pequeños sensores que se encargan de permitir esa conexión y de enviar y recibir datos. No hablamos solo de teléfonos móviles, sino de cualquier tipo de objeto. Es lo que se conoce como el Internet de las Cosas o IoT (Internet of Things).

Seguimiento de ejercicio físico, termostatos inteligentes, cámaras WiFi conectadas, auriculares de realidad virtual, neveras y lavadoras inteligentes, paneles de alarma y gafas inteligentes...

Según datos de IDC, a finales de 2013 había 9.100 millones de dispositivos IoT conectados y esta cifra crecerá todos los años un 17,5 por ciento, lo que hará que en 2020 sean más de 25.000 millones de dispositivos IoT los que estén funcionado.

La idea es poder aplicar un poco de “inteligencia” a estos dispositivos conectados y a los que, hasta ahora, permanecían “aislados” de manera que se incorpore y se ofrezca un valor añadido a los consumidores.

Cada vez hay una variedad mayor de productos disponibles y, de hecho, los propietarios de teléfonos inteligentes llevan tiempo mostrando su deseo de que las soluciones del Internet de las Cosas (IoT) les ayuden en tareas cotidianas, como el hogar y el coche.


Según los resultados de una encuesta llevada a cabo el año pasado por Deloitte, el 55 por ciento de los consumidores muestran interés en las tecnologías del hogar conectado relacionadas con el IoT y el 63 por ciento de los consumidores muestran interés en las soluciones de coches conectados.

Ese interés se traduce, según este estudio, en la disposición a gastar dinero en ideas útiles, especialmente en aquellos dispositivos o funciones que puedan reemplazar algo en su vida diaria.

Así, en el hogar, los consumidores se muestran interesados en el control y la visualización de su hogar más que en el control de dispositivos o en opciones de entretenimiento. Mientras, la consulta del tiempo y del tráfico, así como la ayuda en la ruta a seguir, son las opciones que más interés despiertan, según esta encuesta.

“el IoT es parte de esta era digital, ya que se encuentra en pantallas, teléfonos móviles, sistemas informáticos, servicios tecnológicos, tablets, gadgets y otros artículos que para este año serán tendencia, por ejemplo, los drones, los coches autónomos, la realidad virtual y los wearables”.

Gracias al Internet de las Cosas, algún día podremos olvidarnos de hacer la compra. Nuestro frigorífico medirá constantemente los alimentos restantes en su interior y cuando detecte la ausencia de alguno de ellos, los encargará automáticamente al proveedor seleccionado. Y lo mismo ocurrirá con el resto de elementos del hogar: televisiones, luces, persianas, cortinas, calefacción, etc. Las principales compañías tecnológicas lo saben y han invertido miles de millones de dólares en este futuro modelo de negocio. Recordemos la compra de Google a Nest a principios del pasado año por 3.200 millones de dólares. Se está gestando una batalla en la que nuestra casa será el escenario principal.

Con el potencial del Internet de las Cosas nuestras ciudades también serán mucho más inteligentes, nuestro automóvil, por ejemplo, se comunicará con las señales de tráfico y actuará en consecuencia reduciendo las velocidades, avisándonos cuando sea oportuno, etc. También se comunicará con “centrales de tráfico” que analizarán los flujos de movimiento para distribuir la circulación de la forma más eficiente posible evitando atascos.


¿Qué será lo que los consumidores requieran o necesiten de verdad? Es difícil saberlo porque el futuro es inescrutable. Sin embargo, hay modas, muchas modas, de las que todos, nos guste o no, lo aceptemos o no, somos víctimas. Los nuevos gadgets y dispositivos que saldrán al mercado tendrán su tiempo de vida y de adopción por parte de los consumidores. Pero su estancia parece no poderse garantizar.

lunes, 2 de mayo de 2016

¿La publicidad es siempre marketing?

Si hiciéramos una encuesta para conocer cuál de las actividades del marketing es la más representativa de esta disciplina, probablemente los laureles se los llevaría la comunicación de marketing (que muchos llaman únicamente por su mayor representante: la publicidad). El desarrollo de productos está ligado a las funciones de producción; la fijación del precio lo está a la labor financiera y la gestión de ventas tiene mucho que ver con la administración de personal. La única P que es casi exclusivamente marketing es, entonces, la de la comunicación con el público.

De hecho, quienes enseñan esta disciplina, ven frecuentemente que para la mayoría de las personas, marketing y publicidad son palabras sinónimas. Es muy común que, para hablar de un buen marketing, se hable de una buena campaña publicitaria. Por lo mismo, para atacar al marketing se utilizan como argumentos las publicidades que incentivan tal o cual comportamiento negativo de los consumidores.

Aunque el público, en general, confunde los dos términos, es imperdonable que especialistas
cometan un error parecido: creer que toda publicidad es marketing. Esto no es verdad, sobre todo en dos situaciones: cuando los objetivos buscados por la publicidad no se basan en la filosofía de marketing y cuando los medios utilizados no siguen este planteamiento.


Cuando los objetivos no son adecuados

Como sabemos, el marketing busca la satisfacción de las necesidades de los consumidores, pues 
esta es la única garantía que en el mediano y largo plazo la empresa tenga clientes. “Se puede vender un mal producto una vez a varias personas, pero no se puede vender un mal producto varias veces a la misma persona”, dice el refrán. 

Por  otro  lado,  la  inmensa  fuerza  de  los  medios  de  comunicación  modernos  podría  hacer  que 
los consumidores compren y consuman cualquier cosa, aunque, si el producto no es bueno, el comprador no repita la compra. Esto se observa en muchas campañas “exitosas” de publicidad que  logran  que  mucha  gente  pruebe  un  nuevo  producto,  pero  donde  la  empresa  quiebra dado  que  no  hay  recompra  (el  producto  es  malo).  De  hecho,  no  hay  nada  que  mate  más rápidamente un mal producto que una buena publicidad.

La  empresa  que  hace  publicidad  sabiendo  que  está  haciendo  que  el  consumidor  compre  un 
producto que no va a satisfacerlo, no hace marketing. En realidad, está privilegiando una filosofía 
de venta tradicional, es decir, satisfaciendo únicamente sus necesidades de ingresos, y no las de los consumidores. Con esta actitud pierden todos: la empresa anunciadora, pues perderá a sus clientes (que se sintieron engañados por la publicidad); los clientes, que gastaron sus recursos sin obtener el beneficio ofrecido, y la agencia, cuyo cliente quebrará o no tendrá más dinero para  contratarla. 

Cuando la forma no es la adecuada

Si la regla de oro del marketing es basarse en el consumidor para orientar todas las actividades 
comerciales, la publicidad debería seguir también esta regla y hacer que el mensaje trasmitido sea 
comprensible por los consumidores. 

Sin embargo, muchas veces los publicistas crean mensajes que solo son comprendidos por ellos 
mismos, y no por el público al cual está destinado. Así, muchas campañas que ganan premios en festivales especializados, no sirven para vender el producto anunciado, aun cuando este sea  bueno. En estos casos, nuevamente se privilegian los intereses de los productores en comparación de los del público consumidor.

Quedando  claro  que  toda  publicidad  no  es  marketing,  es  evidente  que  lo  mejor  para  todos: 
empresas, agencias, medios y consumidores, es de que trate de serlo.