LA INTERNET DE LAS COSAS EN MARCHA

La industria del cómputo nos lleva de tecnología en tecnología. Por ejemplo, más de uno recordará los discos de 5.25 pulgadas, los cuales eventualmente fueron desplazados por los de 3.5 pulgadas para finalmente terminar siendo a su vez desplazados por las memorias USB. Los discos compactos también sufrieron una suerte similar: del CD pasamos al DVD y ahora acabo de ver discos Blu-Ray grabables. Lo primero, el caso del CD, empieza a verse menos y en algún momento será difícil conseguirlos, como por ejemplo, es difícil hacerse de diskettes de 3.5 pulgadas o peor aún, de 5.25 pulgadas.

Y si vamos a otras tecnologías, no necesariamente de cómputo, podemos ver cómo las televisiones planas, digitales, han reemplazado a las analógicas. Yo conozco personas que aún tienen una televisión Sony Trinitron, de las que probablemente tienen más de 30 años, y siguen funcionando bien, pero el apagón analógico les obliga a dos posibles caminos: o deshacerse de su antigua televisión o contratar un servicio de televisión de paga para que siga funcionando la televisión, a pesar de la medida para convertir todo a digital.

Y si hablamos de computadoras, el mercado de las que son de escritorio va francamente a la baja y las laptops y dispositivos móviles empiezan a ganarles el terreno. Pero de pronto los teléfonos inteligentes toman la delantera y entonces las tablets empiezan a decaer en el mercado. Y la industria sigue haciéndonos comprar nuevos dispositivos que quién sabe si van a perdurar.


Cada vez son más los productos, objetos y cosas que están conectados a la red gracias a pequeños sensores que se encargan de permitir esa conexión y de enviar y recibir datos. No hablamos solo de teléfonos móviles, sino de cualquier tipo de objeto. Es lo que se conoce como el Internet de las Cosas o IoT (Internet of Things).

Seguimiento de ejercicio físico, termostatos inteligentes, cámaras WiFi conectadas, auriculares de realidad virtual, neveras y lavadoras inteligentes, paneles de alarma y gafas inteligentes...

Según datos de IDC, a finales de 2013 había 9.100 millones de dispositivos IoT conectados y esta cifra crecerá todos los años un 17,5 por ciento, lo que hará que en 2020 sean más de 25.000 millones de dispositivos IoT los que estén funcionado.

La idea es poder aplicar un poco de “inteligencia” a estos dispositivos conectados y a los que, hasta ahora, permanecían “aislados” de manera que se incorpore y se ofrezca un valor añadido a los consumidores.

Cada vez hay una variedad mayor de productos disponibles y, de hecho, los propietarios de teléfonos inteligentes llevan tiempo mostrando su deseo de que las soluciones del Internet de las Cosas (IoT) les ayuden en tareas cotidianas, como el hogar y el coche.


Según los resultados de una encuesta llevada a cabo el año pasado por Deloitte, el 55 por ciento de los consumidores muestran interés en las tecnologías del hogar conectado relacionadas con el IoT y el 63 por ciento de los consumidores muestran interés en las soluciones de coches conectados.

Ese interés se traduce, según este estudio, en la disposición a gastar dinero en ideas útiles, especialmente en aquellos dispositivos o funciones que puedan reemplazar algo en su vida diaria.

Así, en el hogar, los consumidores se muestran interesados en el control y la visualización de su hogar más que en el control de dispositivos o en opciones de entretenimiento. Mientras, la consulta del tiempo y del tráfico, así como la ayuda en la ruta a seguir, son las opciones que más interés despiertan, según esta encuesta.

“el IoT es parte de esta era digital, ya que se encuentra en pantallas, teléfonos móviles, sistemas informáticos, servicios tecnológicos, tablets, gadgets y otros artículos que para este año serán tendencia, por ejemplo, los drones, los coches autónomos, la realidad virtual y los wearables”.

Gracias al Internet de las Cosas, algún día podremos olvidarnos de hacer la compra. Nuestro frigorífico medirá constantemente los alimentos restantes en su interior y cuando detecte la ausencia de alguno de ellos, los encargará automáticamente al proveedor seleccionado. Y lo mismo ocurrirá con el resto de elementos del hogar: televisiones, luces, persianas, cortinas, calefacción, etc. Las principales compañías tecnológicas lo saben y han invertido miles de millones de dólares en este futuro modelo de negocio. Recordemos la compra de Google a Nest a principios del pasado año por 3.200 millones de dólares. Se está gestando una batalla en la que nuestra casa será el escenario principal.

Con el potencial del Internet de las Cosas nuestras ciudades también serán mucho más inteligentes, nuestro automóvil, por ejemplo, se comunicará con las señales de tráfico y actuará en consecuencia reduciendo las velocidades, avisándonos cuando sea oportuno, etc. También se comunicará con “centrales de tráfico” que analizarán los flujos de movimiento para distribuir la circulación de la forma más eficiente posible evitando atascos.


¿Qué será lo que los consumidores requieran o necesiten de verdad? Es difícil saberlo porque el futuro es inescrutable. Sin embargo, hay modas, muchas modas, de las que todos, nos guste o no, lo aceptemos o no, somos víctimas. Los nuevos gadgets y dispositivos que saldrán al mercado tendrán su tiempo de vida y de adopción por parte de los consumidores. Pero su estancia parece no poderse garantizar.

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