Franklyn Ernst dibujó cuatro posiciones en relación con nuestro Yo y los demás y el resultado fue un diagrama combinando cuatro estados: «Yo estoy bien», «Yo estoy mal», «Tú estás bien» y «Tú estás mal».
Pongamos antes un ejemplo que ayude a visualizar cada una de estas posiciones.
Imagina que en una reunión de trabajo haces una propuesta al resto del equipo con la intención de solucionar un problema. Después de debatirla, la idea no es secundada y se pasa al siguiente punto del orden del día.
Sentir un poco de frustración sería algo normal, pero ¿cuál es la sensación que predomina en ti?
1ª Crees que los demás están totalmente equivocados y que sólo tú eres capaz de ver la realidad.
2ª Te sientes culpable por no haber estado más acertado y no haber sabido comunicar mejor los beneficios de tu propuesta.
3ª Piensas que no vale la pena intervenir y que en el futuro no vas a molestarte en presentar nuevas iniciativas.
4ª Los argumentos que los demás han utilizado te han convencido y crees que traerán mayores beneficios al grupo.
Cuatro posturas bien distintas.
Según el momento, la situación y las personas con las que interactuamos vamos adoptando una u otra posición. Sin embargo, suele haber una de ellas que en general predomina sobre las demás.
¿Quieres saber si te mueves en el cuadrante más saludable?
Cuando adoptas la posición «Yo estoy bien, tú estás mal» te sientes muy seguro de ti mismo. Tan seguro que te consideras superior a los demás y el único cualificado para hacer las cosas. Si sale algo mal, la culpa no es tuya sino de los demás que no están a la altura.
Los que se mueven en este cuadrante creen que su forma de trabajar es la única correcta y en su forma de relacionarse hay algo de arrogancia y desdén a las limitaciones de los demás.
La segunda combinación «Yo estoy mal, tú estás bien» es una postura muy pesimista y victimista. Cuando se está en modo −Yo soy el único culpable− se acapara la responsabilidad de todo lo malo que ocurre, incluso de lo que dicen o hacen otras personas.
Un ejemplo sería esta forma de pensar: “La culpa es mía. Tenía que haberle recordado que hoy era el día de la reunión” (si alguien faltó a la misma) o “No debí darle tanta información, le aburrí y por eso no hizo un buen informe”. Tienen tendencia a infravalorar sus propias capacidades y no se consideran tan buenos profesionales como creen que son sus compañeros.
En tercer lugar tenemos la posición «Yo estoy mal, tú estás mal» en la que la visión es negativa tanto de si mismo como de los demás. Cuando llegan los problemas y la situación se complica se tiende a adoptar la postura de “no hay solución”. Se aferran a que no hay esperanza y lo dan todo por perdido.
Puedes llegar a pensar que este cuadrante no va contigo pero si tienes en tu equipo a alguien con el que ya has tirado la toalla, le consideras un caso perdido y no ves a corto/medio plazo ninguna posibilidad de mejora, ahí tienes un ejemplo de que es un comportamiento más habitual de lo que parece.
La cuarta y última posición «Yo estoy bien, tú estás bien» es la más efectiva. La adoptas cuando te valoras bien. Cuando te tienes en buen concepto y eres consciente de tus posibilidades y de lo que otros pueden aportar. No tienes por qué estar siempre de acuerdo con lo que proponen otras personas. Lo esencial es que la relación esté basada en el respeto mutuo y en la igualdad.
Cada uno de nosotros tenemos una posición favorita cuando hacemos frente a las dificultades. Por eso, reconocer cómo funcionan los 4 cuadrantes puede ser de ayuda para entender algunas conductas (nuestras y de los demás) y tratar de corregirlas si es que lo necesitan.
Lo ideal es hacer como Buda. Procurar no depender de las emociones de los demás y empezar a controlar nuestra propia actitud. ¿Alguien dijo que fuera fácil?
Fuente:Franklyn Ernst