La neurotecnología, que de la mano de la neurociencia busca desentrañar los enigmas del cerebro, no es una disciplina nueva, pero con el meteórico desarrollo de la inteligencia artificial se abre a un mundo de posibilidades casi infinito. Por un lado, cabe preguntarse por las aplicaciones, que pueden alcanzar incluso la cura de lesiones cerebrales, y, por otro, por los límites derivados de la unión entre cerebro y máquina, hasta el punto de que empiezan a popularizarse conceptos como los neuroderechos.
Te despiertas por la mañana y piensas en comerte unos bollos de chocolate para desayunar. En cuanto visualizas los dulces en tu cabeza, tu móvil te envía una notificación: "Antojo detectado, ¿no prefieres comer algo más sano?". Parece ciencia ficción, pero es solo una de las innumerables aplicaciones que la neurotecnología nos va a traer en las próximas décadas.
QUÉ ES LA NEUROTECNOLOGÍA
La neurotecnología engloba todas las tecnologías desarrolladas para entender el cerebro, visualizar sus procesos e, incluso, controlar, reparar o mejorar sus funciones. Aunque la electroencefalografía tiene casi un siglo, el primer gran avance en este campo se ha producido en las últimas décadas con las imágenes del cerebro obtenidas mediante escáneres de resonancia magnética. Esta técnica, entre otras cosas, ha permitido a los investigadores identificar qué áreas del cerebro se activan o desactivan durante determinadas tareas.
A partir de ahí, la neurotecnología ha alcanzado otros ámbitos que normalmente pasan desapercibidos y que van desde el desarrollo de fármacos para tratar alteraciones mentales, como la depresión, el insomnio o el déficit de atención, hasta el de tecnologías dedicadas a la rehabilitación neurológica después de accidentes cerebrovasculares o a la recuperación de la audición con los implantes cocleares. Y esto, como veremos más adelante, no ha hecho más que empezar.
PRÁCTICAS Y TÉCNICAS DE LA NEUROTECNOLOGÍA
La neurotecnología emplea distintas técnicas para registrar la actividad del cerebro y estimular partes del mismo a voluntad. Las técnicas no invasivas son las que permiten actuar desde el exterior, mientras que las invasivas requieren la implantación de electrodos mediante cirugía.
Entre las dedicadas a registrar la actividad cerebral, podemos destacar:
El electroencefalograma (EEG) es la técnica no invasiva más antigua y registra la actividad eléctrica del cerebro mediante electrodos colocados en el cuero cabelludo.
La resonancia magnética funcional (IRMf) mide la actividad cerebral detectando cambios en el flujo sanguíneo del cerebro con gran resolución. Es un proceso más costoso.
La espectroscopia funcional de infrarrojo cercano (fNIRS) usa sensores portátiles que se colocan sobre el cuero cabelludo y tiene una resolución menor que la IRMf.
La implantación de microagujas es una técnica invasiva que consiste en insertar minúsculos electrodos en la corteza cerebral. Las señales son muy nítidas, pero alcanzan una zona muy limitada.
En cuanto a las técnicas para estimular el cerebro, estas son las más empleadas:
La estimulación eléctrica transcraneal (tES) es una técnica no invasiva en la que se aplican pequeñas corrientes a electrodos situados sobre el cuero cabelludo. Permite estimular determinadas funciones.
La estimulación magnética transcraneal (TMS) sigue el mismo principio, pero utiliza pulsos magnéticos a través de bobinas colocadas sobre el cuero cabelludo. El campo magnético produce flujos de corriente eléctrica en el cerebro, alterando la comunicación entre neuronas, y se ha empleado para mejorar la percepción, el aprendizaje y la memoria.
Los ultrasonidos focalizados (FUS) son una tecnología no invasiva que aplica pulsos focalizados de luz infrarroja para estimular zonas concretas del cerebro. Puede aplicarse, por ejemplo, a través de ojos o nariz.
La estimulación cerebral profunda (DBS) se efectúa implantando electrodos de forma quirúrgica que actúan como neuroestimuladores. Se han empleado con éxito en seres humanos para paliar los síntomas de enfermedades como el Parkinson o la epilepsia.